En la reciente Cumbre Panamericana de Biocombustibles Líquidos, realizada en Buenos Aires, se plantearon las perspectivas al respecto, tanto en la oportunidad que surge en con el retroceso acelerado de los combustibles fósiles, como en las incertidumbres que plantean las políticas en el país al respecto, que han sido fluctuantes y no están claras todavía.
El director general del Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura aseveró que los biocombustibles son una pieza fundamental en la transición energética limpia, con tiempos de desarrollo, costos e implementación relativamente menores en comparación con la electromovilidad o la propulsión a hidrógeno. Son, explicó, una alternativa inmediatamente disponible, económicamente posible y ambientalmente sostenible, en comparación con la energía fósil. También se destacó el gran potencial de los biocombustibles sostenibles de aviación, en especial aquellos que provienen de materias primas biológicas. Según explicó el presidente del Centro Azucarero Argentino, “el combustible de aviación tiene un rumbo ya definido por la asociación que agrupa a las compañías de todo el planeta, para tener cero emisiones netas en 2050”. También habló de las mezclas voluntarias, sobre las que ya se está legislando en el país y destacó que el etanol tendrá una demanda creciente en los próximos 30 años. Asimismo, señaló que los biocombustibles constituyen una vía disponible eficaz para reducir los gases de efecto invernadero en el segmento de mayor incidencia en las emisiones, como son la energía y el transporte.
Sin embargo, un experto advirtió que no están claras las posturas del Gobierno nacional, mientras una fuerte alternativa de la industria automotriz son los vehículos eléctricos. Un asesor del ministro de Economía justificó la promoción del GNC –que descarboniza mucho menos que los biocombustibles- y también la política nuclear y aunque anunció el aumento anual del mix obligatorio de bioetanol en naftas, no mencionó el instrumento legal para hacerlo. Además, el Plan Nacional de Adaptación y Mitigación del Cambio Climático condiciona la adopción de los biocombustibles al abastecimiento a precios competitivos, el fortalecimiento de la balanza comercial, el desarrollo regional y la compatibilización de los biocombustibles con la capacidad oferta de insumos agrícolas.
Esas indecisiones del Gobierno nacional influyeron, además de las condiciones climáticas y la sequía, a la caída del plan Alconafta, en 1988. En este sentido, convendría estudiar el ejemplo de Brasil, que trazó un plan energético en los años 70 y lo mantuvo, y hoy su matriz energética se abastece en alrededor del 17% con energía eléctrica y biocombustibles.
El titular del Centro Azucarero observó que “tenemos frente a nosotros una oportunidad. Para aprovecharla, los integrantes de la cadena de valor de la caña de azúcar deberíamos trabajar unidos para crear las condiciones que nos permitan crecer en cañaveral, rendimiento cultural y fabril, diversificación y agregado de valor a la producción, eficiencia y competitividad, sostenibilidad económica y ambiental, empleo y desarrollo social. Una diversidad de frentes que el sector sucroalcoholero debería plantearse como un desafío integral y convergente”. Convendría tenerlo en cuenta.